Hoy no me importaría morirme en la penumbra,
en la penumbra fría de un cuarto de hospital;
pues hoy me he dado cuenta, sumido en el quebranto,
que el amor de mi vida era también mortal.
Fue un amor limpio y puro; un amor reluciente.
Un amor sin fronteras; un amor de verdad;
forjado en el coraje, forjado en el cariño,
amamantado siempre de una dulce amistad.
Ese amor infantil, parecía interminable;
amor adolescente creciendo sin final.
Amor maduro y fuerte forjado con los años;
amor que no sentía el paso de la edad.
Pero todo en la vida, incluso lo más fuerte,
se quiebra sin remedio sin saber el por qué.
La vida se desgarra, se aviva el sufrimiento,
se resquebraja el alma cuando se va el querer.
Ahora que te has marchado, más fuerte es el amor.
¡Adios por siempre, cielo! Nunca te olvidaré.
Y no temas por nada, que siempre estaré ahí
y dentro de muy poco junto a ti moraré.
Hoy no me importaría dormirme con la aurora,
arrullado en los brazos de un Ángel Celestial.
Hoy no me importaría cerrar mis ojos tristes,
sabiendo que en el Cielo, alguien me ha de esperar.
miércoles, 30 de abril de 2008
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2 comentarios:
Javier, es una de las cosas más bonitas que he leído. Me ha emocionado mucho. Espero que tú estés bien.
Un beso
A mí también me ha conmocionado... Siento tu pérdida y te deseo lo mejor, porque te lo mereces.
Besos
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