Hoy es el primer día de mi estrenada vida,
alejando fantasmas que habitan el pasado;
he vivido con ellos por siempre atormentado.
¡Quiero recuperar ilusiones perdidas!
Perdidas en el tiempo, olvidadas de antaño.
He de afrontar erguido la dura despedida,
dejando tras de mí la experiencia dolida;
quiero olvidarme pronto de todo lo llorado.
Mas sé que será duro afrontar el presente,
sin dejar una lágrima de amor en el camino;
amor que en el pasado marcara mi destino.
y que no evitará que mire siempre al frente.
El llanto y el dolor habitarán mi mente,
llorando por la ausencia de todo lo perdido,
pero no me arrepiento de todo lo querido
y es que el que no ha querido, no sabe qué se siente.
El devenir del tiempo se me hace duro y frío,
al mirar a mi lado y no verte a mí asida;
me sentiré, sin duda, sumido en el hastío,
al recordar que ahora ya te tengo perdida.
Y no te olvides nunca que el amor que has tenido,
será parte de ti el resto de tu vida.
martes, 6 de mayo de 2008
domingo, 4 de mayo de 2008
Canción del Fénix (dedicada a Renard, mi gran amigo)
No te pienses, mi Vida, que me voy y te dejo.
Tan sólo que me ausento a fin de mejorar.
Y verás que a mi vuelta encontrarás, sin duda,
a un hombre nuevo y libre a quien poder amar.
Ni tan siquiera pienses que me voy por tu culpa.
Me voy de motu proprio; me lo pide mi Ser.
He de regenerarme si quiero conquistarte.
He de sentirme otro si te quiero querer.
Eres lo más preciado que tuve en mi pasado.
Eres de mi presente, parte fundamental.
Pero si en el futuro, yo quiero mantenerte,
he de borrar aquello… aquello que hice mal.
Tú nunca me has fallado. ¡Eso tenlo muy claro!
Si alguien aquí ha pecado, sin duda, ese fui yo.
Y cuando considere que mi pena he pagado,
me acercaré a tu lado y te daré mi Amor.
Si te quieres quedar, te acogeré en mis brazos,
te cubriré de besos; te daré mi calor,
pero si no quisieras cogerme de la mano,
comprenderé tu marcha sin guardarte rencor.
Porque el rencor se tiene con quienes te han herido,
disfrutando y gozando con provocar dolor,
pero ése no es tu caso, lo sé, pues te conozco,
por eso te he querido con todo el Corazón.
Y si, pasado el tiempo, te viene mi recuerdo
y te atormenta el hecho de no volverme a ver,
mis brazos amorosos siempre estarán dispuestos
a asirte hacia mi pecho dándote mi querer.
Tan sólo algo te pido… que espero me concedas,
y es que nunca te olvides del Amor que te di,
pues así, en la distancia, te sentiré a mi lado,
como si no te hubieras ido lejos de mí.
Y en mi lecho de muerte quiero que sean tus besos,
los últimos que sienta antes de aquí marchar,
pues con el Alma limpia ya no tendré más miedo,
y junto al Dios del Cielo por ti yo he de velar.
Tan sólo que me ausento a fin de mejorar.
Y verás que a mi vuelta encontrarás, sin duda,
a un hombre nuevo y libre a quien poder amar.
Ni tan siquiera pienses que me voy por tu culpa.
Me voy de motu proprio; me lo pide mi Ser.
He de regenerarme si quiero conquistarte.
He de sentirme otro si te quiero querer.
Eres lo más preciado que tuve en mi pasado.
Eres de mi presente, parte fundamental.
Pero si en el futuro, yo quiero mantenerte,
he de borrar aquello… aquello que hice mal.
Tú nunca me has fallado. ¡Eso tenlo muy claro!
Si alguien aquí ha pecado, sin duda, ese fui yo.
Y cuando considere que mi pena he pagado,
me acercaré a tu lado y te daré mi Amor.
Si te quieres quedar, te acogeré en mis brazos,
te cubriré de besos; te daré mi calor,
pero si no quisieras cogerme de la mano,
comprenderé tu marcha sin guardarte rencor.
Porque el rencor se tiene con quienes te han herido,
disfrutando y gozando con provocar dolor,
pero ése no es tu caso, lo sé, pues te conozco,
por eso te he querido con todo el Corazón.
Y si, pasado el tiempo, te viene mi recuerdo
y te atormenta el hecho de no volverme a ver,
mis brazos amorosos siempre estarán dispuestos
a asirte hacia mi pecho dándote mi querer.
Tan sólo algo te pido… que espero me concedas,
y es que nunca te olvides del Amor que te di,
pues así, en la distancia, te sentiré a mi lado,
como si no te hubieras ido lejos de mí.
Y en mi lecho de muerte quiero que sean tus besos,
los últimos que sienta antes de aquí marchar,
pues con el Alma limpia ya no tendré más miedo,
y junto al Dios del Cielo por ti yo he de velar.
sábado, 3 de mayo de 2008
No me resisto a perderte
No me resisto a perderte
después de tantos momentos;
después de tanto pasado
y de fuertes sentimientos.
Sé que te vas, que me dejas,
que abandonas a tu amado;
nunca encontrarás a nadie
te dé lo que te he dado…
y cuando me eches de menos,
recuérdame en la distancia,
y volverás a tener
el amor de nuestra infancia.
No dejaré que te alejes,
y, por mucho que me ignores,
nunca dejarás de ser
el amor de mis amores.
Cuantos momentos vividos;
cuantos momentos felices;
cuantos besos y caricias,
dolores y cicatrices.
Cosas buenas, cosas malas;
cosas que no olvidaré,
y aunque me vaya muy lejos
junto a mí te llevaré;
porque lo que se ha querido
con gran pasión infinita,
nunca morirá del todo;
el amor no se marchita
si quienes lo han disfrutado
con entrega y sin medida,
lo recuerdan con orgullo
para el resto de su vida.
Si necesitas volver
a tener lo que tuviste,
grita mi nombre, sin más,
y ya nunca estarás triste,
porque comprenderé entonces,
que quieres volver conmigo,
y al fin ya volveré a ser
algo más que un fiel amigo.
¡Vuelve pronto! ¡Vuelve ya!
Poco a poco me consumo;
y si pasa mucho tiempo
será todo tan oscuro,
que mi corazón rasgado
nunca volverá a querer,
y el no quererte de nuevo
ha de hacerme perecer.
No perderé la esperanza.
¡No me resisto a perderte!
Sólo dejaré de amarte
cuando me llegue la muerte.
Y, aún así, conservaré
todo el amor que te di.
¡No temas nunca, mi cielo!
¡Siempre velaré por ti!
Ahora que todo se acaba,
digo lo que siempre he dicho:
“LO MEJOR QUE ME HA PASADO
ES HABERTE CONOCIDO”
después de tantos momentos;
después de tanto pasado
y de fuertes sentimientos.
Sé que te vas, que me dejas,
que abandonas a tu amado;
nunca encontrarás a nadie
te dé lo que te he dado…
y cuando me eches de menos,
recuérdame en la distancia,
y volverás a tener
el amor de nuestra infancia.
No dejaré que te alejes,
y, por mucho que me ignores,
nunca dejarás de ser
el amor de mis amores.
Cuantos momentos vividos;
cuantos momentos felices;
cuantos besos y caricias,
dolores y cicatrices.
Cosas buenas, cosas malas;
cosas que no olvidaré,
y aunque me vaya muy lejos
junto a mí te llevaré;
porque lo que se ha querido
con gran pasión infinita,
nunca morirá del todo;
el amor no se marchita
si quienes lo han disfrutado
con entrega y sin medida,
lo recuerdan con orgullo
para el resto de su vida.
Si necesitas volver
a tener lo que tuviste,
grita mi nombre, sin más,
y ya nunca estarás triste,
porque comprenderé entonces,
que quieres volver conmigo,
y al fin ya volveré a ser
algo más que un fiel amigo.
¡Vuelve pronto! ¡Vuelve ya!
Poco a poco me consumo;
y si pasa mucho tiempo
será todo tan oscuro,
que mi corazón rasgado
nunca volverá a querer,
y el no quererte de nuevo
ha de hacerme perecer.
No perderé la esperanza.
¡No me resisto a perderte!
Sólo dejaré de amarte
cuando me llegue la muerte.
Y, aún así, conservaré
todo el amor que te di.
¡No temas nunca, mi cielo!
¡Siempre velaré por ti!
Ahora que todo se acaba,
digo lo que siempre he dicho:
“LO MEJOR QUE ME HA PASADO
ES HABERTE CONOCIDO”
viernes, 2 de mayo de 2008
La Estrella solitaria
Hubo, una vez, en el Cielo,
una estrella entre un millón;
brillaba todas las noches
con un hermoso fulgor.
Era radiante y altiva,
con belleza sin igual;
no había en el Cielo otra estrella
con que poder comparar.
Una noche de verano,
la estrella no pude ver;
¿dónde te has ido, Ángel mío?
¡no veo tu resplandecer!
La busqué mil y una noches,
mas mi tesoro no hallé.
¡La he perdido para siempre!
¡Con ella se fue mi Ser!
Espero que, en un futuro,
al abrir una ventana,
vuelva tu halo de luz fresca
a alumbrar mi triste alma.
Y cuando llegue esa noche,
esperada con anhelo,
no dejaré que se vaya
tu gran resplandor del Cielo.
¡Vuelve pronto, luz de noche!
¡Vuelve pronto, luz del día!
No puedo ver sin tu luz…
sin tu luz, no hay alegría.
Y una noche del otoño,
al final del firmamento,
aparecieron dos luces
fulgurantes como el fuego.
Una de ellas, eras tú
vestida con gasa blanca,
engalanada de raso,
brillante y adiamantada.
La otra estrella era pequeña,
pero con dulce candor,
de la que se iban cayendo
lucecillas de color.
Eran lágrimas de luces.
Eran lágrimas de Sol.
La otra estrella era yo mismo
que había muerto por tu amor.
Pero en la noche siguiente,
tan sólo quedó una estrella,
fruto de la unión perenne
de Caballero y Doncella.
Y esa luz, desde esa noche
al Mundo podrá guiar;
de esa forma había nacido
la gran Estrella Polar.
una estrella entre un millón;
brillaba todas las noches
con un hermoso fulgor.
Era radiante y altiva,
con belleza sin igual;
no había en el Cielo otra estrella
con que poder comparar.
Una noche de verano,
la estrella no pude ver;
¿dónde te has ido, Ángel mío?
¡no veo tu resplandecer!
La busqué mil y una noches,
mas mi tesoro no hallé.
¡La he perdido para siempre!
¡Con ella se fue mi Ser!
Espero que, en un futuro,
al abrir una ventana,
vuelva tu halo de luz fresca
a alumbrar mi triste alma.
Y cuando llegue esa noche,
esperada con anhelo,
no dejaré que se vaya
tu gran resplandor del Cielo.
¡Vuelve pronto, luz de noche!
¡Vuelve pronto, luz del día!
No puedo ver sin tu luz…
sin tu luz, no hay alegría.
Y una noche del otoño,
al final del firmamento,
aparecieron dos luces
fulgurantes como el fuego.
Una de ellas, eras tú
vestida con gasa blanca,
engalanada de raso,
brillante y adiamantada.
La otra estrella era pequeña,
pero con dulce candor,
de la que se iban cayendo
lucecillas de color.
Eran lágrimas de luces.
Eran lágrimas de Sol.
La otra estrella era yo mismo
que había muerto por tu amor.
Pero en la noche siguiente,
tan sólo quedó una estrella,
fruto de la unión perenne
de Caballero y Doncella.
Y esa luz, desde esa noche
al Mundo podrá guiar;
de esa forma había nacido
la gran Estrella Polar.
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